Wednesday, February 2, 2011

Coloreando Guerras

Desde Los Angeles hasta donde quieras: Seguimos Coloreando Guerras



¿De qué Color es la Guerra?

¿Verde militar? ¿Verde amazónico de riqueza natural? Azul marino de melancolía? ¿Rojo Zapatista con negro de luto? ¿Color Cuba Libre con Verde de Embargo? ¿Blanco KuKlaxKlan?

¿Es transparente como el color de lxs desaparecidxs? ¿Azul avioneta? ¿Gris bombardeo? ¿Del mismo amarillo que tiene la mirada del chico que te dice que su futuro estará asegurado en una escuela militar? ¿De que color se mancha el blanco cuando disparan mentes inocentes?

¿De qué color piensas la guerra?

Nadie esta excluidx de conocer (o reconocer) la palabra “guerra”. A diario se escucha por doquier: en la calle (guerra), en los medios de comunicación (guerra), en tu esquina (guerra), y hasta en las trincheras de tu propia conciencia social (guerra). Y ya sea porque “hay guerra en X lugar” o porque no hay paz en sitio “Y” siempre escuchamos la información de las cifras correspondientes a la guerra ya sean locales o globales. Recuerdo que mi primer conocimiento de esta palabra fue por la guerra de las pandillas en Los Ángeles, California en los años 80`s cuando las gangas de la Calle 18 (18st) se tiraban bala con los cholos de Mara Salvatrucha (MS). Después conocí la guerra de las razas: todos contra todxs porque todas las personas reducidas a la categoría de “minoría étnica” éramos diferentes a los anglos. Las razas se dividían cada vez más y fragmentaban la integración cultural con balas y odio, xenofobia y discriminación. Los Afro-Americanos contra los Latino-Americanos y los Salvadoreños contra los Mexicanos y los Afros contra los Asiáticos, y los Anglos contra todxs nosotrxs. Y mientras eso se generaba en mi contexto social, recuerdo haber escuchado por primera vez el nombre de Nelson Mandela y su lucha contra el sistema de Apartheid en Sudáfrica. Las razas se dividían en Los Ángeles y también en Johannesburgo y mientras unos justificaban que el darwinismo social era la ciencia del racismo, otrxs luchaban por generar respeto y tolerancia hacia la diversidad humana.

Desde entonces comprendí que la identidad también es un motivo para generar guerras y que aunque el color de la piel es algo que no se elige propiamente, sigue siendo una característica para categorizar y posteriormente atacar a las personas. La propia historia de la esclavitud y colonización nos muestra que heredamos una sociedad que desde hace siglos había aceptado esos parámetros biológicos para justificar maltrataos. Sera por complacencia e ignorancia que aún no nos hemos desecho de esa mentalidad encapsulada en odio y codicia.

Memorias de la Brutalidad

Yo estaba en 5to grado de primaria en California, EE.UU cuando sucedió aquel incidente que marco para siempre mi concepto del racismo. Fue en el 1992 cuando cuatro policías blancos, miembros de la Policía Departamental de Los Ángeles (LAPD por sus siglas de ingles), fueron absueltos por un jurado después de haber violentado brutalmente contra Rodney King, un afro-americano que fue perseguido por sobrepasarse el límite de velocidad para conducir en la autopista. Este hecho hizo más notorio el nombre del South Central Los Ángeles que ya era conocido por la violencia que surgía en sus ghettos. El indulto otorgado a los agresores genero disturbios por numerables barrios en el interior de Los Ángeles. Estos hechos fueron mejor conocidos como los “L.A. Riots”, “Los Disturbios” y “Las Quemazones” dado que cada centro comercial y tiendas de pequeños empresarios, chóchales, y mercados por toda la ciudad se encendían en llamas. La gente salió a la calle y saqueo tiendas, quebró vitrinas, robo y sacudió el coraje generado después de racionar que el racismo era una guerra del estado contra nosotrxs lxs que vivíamos en los barrios donde la violencia y la discriminación eran [y son] el estatus quo. Ya existían las frustraciones sociales, ya existía la pobreza y el crimen, ya existía el odio y la brutalidad policiaca y la brutalidad desembocado en Rodney King fue la gran gota que derramo el vaso en las calles. Fue la primera vez que vi tan cerca y parados sobre los muros y techos de los edificios al súper armado ejército nacional; habían declarado crisis de seguridad para los angelinos. Estábamos en zona de guerra y había toque de queda a consecuencia de la forma en la que la gente desprendió con coraje su impotencia frente al racismo institucionalizado.

Opciones para la juventud en Vogue: ¿Arma Ilegal o Ejercito Patrocinado?

Hay que preguntarnos ¿por qué nuestra sociedad permite que la juventud tome un arma para defenderse como opción de vida? Lo digo porque he visto como mis vecinxs y compañerxs empezaron cargando navajas y pica hielos para defender su territorio. Quienes lograban sobrevivir la violencia urbana seguían arriesgando su libertad por defender su “clica” su “ganga” y a sus “homies” pandilleros. Y ahora como adulta he visto como mis amigos que lograron escaparse de las pandillas y terminar la preparatoria (o “high school”) se pasaron a formar la fila en un batallón. Era el mismo resultado: O tomas la violencia en la calle y la diriges en contra de los que están a tu alrededor o la aprendes en el batallón y la diriges en contra de quien te digan que es el enemigo del Estado. Solo que esta segunda opción la legitima, justifica, reconoce, y necesita el Estado y el capital financiero. Entonces ¿cuál es tu opción como joven? O cargas un arma robada para matar los de tu mismo entorno o te inscribes como soldado y te disfrazas con un uniforme prestado convencido de que estas defendiendo la seguridad de una patria—la misma patria que nunca te ofreció una mejor vida en las calles. ¿Que sigue pasando en nuestros vecindarios, nuestras ciudades, nuestro país, el continente, y nuestro planeta que la juventud sea forzada a optar por la violencia como único rito ceremonial para llegar a la adultez?

¿Militarizar nuestra mente en nombre de cuál defensa?

Defender la vida a muerte es un oxímoron que a diario lo tenemos que vivir. Defendemos la patria con un ejército que sigue recibiendo entrenamiento por EE.UU en el Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad (anteriormente conocido como Escuela de las Américas). Su mayor fama se la ha conseguido por tener entre sus graduados a los mejores asesinos, quienes son entrenados para combatir e dirigir las guerras en nuestros países latinoamericanos. Y mientras nuestrxs hermanxs, nuestros compañeros, nuestrxs vecinxs y nuestrxs secuaces son enviados a las filas del combate, el desempleo crece, disminuyen el número de estudiantes en las universidades, aumenta el hambre y disminuye la seguridad de civiles. Hay que destacar que quienes toman las decisiones para las estrategias guerreristas en reuniones diplomáticas de altos rangos jamás enviarían a sus propios hijos a realizar una operación de combate militar! En Estados Unidos lxs personas identificadas como parte de una minoría racial (aunque ya no son minorías étnicas como se supone), conforman la primera línea de fuego en combate. Estos individuos se distinguen porque tienen rostros mestizos, mulatos, y llevan el apellido de nuestra gente. Se van para Iraq y a Afganistán sin poder comprender lo que es “defender una democracia” porque a los 18 años nunca aprendieron bien la historia ni la ciencia política de su propia sociedad. Esto se da en un contexto en donde reina la discriminación, donde no existen opciones para una educación (es demasiado costosa,) y en donde un joven no-anglo que termina la preparatoria (High School) tal vez resulte trabajando en un Mc. Donald’s si no es que se suma a la fila del U.S.Army. Entonces no es difícil convencer a la juventud de que vayan a sacar la adrenalina con permiso para matar. ¿Estaremos describiendo a Los Ángeles, EEUU? ¿O Medellín, CO? ¿O Ciudad Juárez, MX? No es sorprendente que los jóvenes--creyendo que la guerra es su única opción económica—terminan prefiriendo irse a ser falsos héroes para una patria hipócrita. Obviamente esto es mucho más efectivo cuando se utilizan métodos psicológicos para convencerles y enseñarles como odiar y perpetuar la violencia. Pero yo sigo creyendo que detrás de cualquier cara dura de quienes violentan contra otros, existe simultáneamente una conciencia que desea ser librada del dolor y coraje aprendido.

¿Y cómo es posible que en México se esté fomentando una guerra generada por la situación política-económica y que se presente ante nuestra sociedad como una “lucha contra el narcotráfico? Hay que cuestionar ¿que (y quienes) dicta/n los precios del narcotráfico y quien maneja el precio del mercado para el consumo de los narcóticos exportados? Es obvio que el tráfico de drogas beneficia a muchas personas de alto poder y no es posible que el mismo estado se auto-fusile ¿O sí? ¿Quién pone los cuerpos y quien pone las balas y quien sufre las consecuencias? ¿Desde qué lado de la frontera México/EEUU con sus 3,169 kms (1,969 millas) de barreras de alta tecnología se colocan los variables necesarios para la importación de armas ilegales a México? Quien ha permitido que tengamos como resultado 38,000 muertos en los últimos 4 años? En México, según un país democrático, las cifras de muertos ya han superado las cifras de lxs desaparecidxs durante la dictadura en Argentina!

¿Por qué los índices del desempleo en EEUU no mejoran si es un país con suficientes recursos para poder darle 410 millones de dólares a México gracias a los acuerdos del Plan Mérida? “Más armas, mas balas, mas militares en la sociedad” son las letras pequeñas que la gente no lee cuando firma acuerdos que resultan en asesinatos legalizados por los gobiernos. ¿Por qué las instituciones de educación pública en EEUU han aumentado un 150% el costo de inscripción mientras se gastan millones en armamento para la Defensa Nacional (ve aquí para ver un contador del gasto militar estadounidense)? ¿Por qué cada año se construyen más cárceles que universidades? ¿Por qué ni México ni Estados Unidos utilizan esos millones para promover opciones para la juventud, programas para una educación gratuita, para un sistema de salud digno que permitan crear una sociedad más critica que promueva el conocimiento socio-político y cultural de? ¿Por qué EEUU no libra guerras en su propio territorio teniendo en cuenta todas las guerras en las que directamente ha apoyado y/o participado: WW1, WW2, Vietnam, Pearl Harbor, Corea del Norte, Panamá, Cuba, Colombia, México etc. ¿Por qué sus estrategias son de exportar guerras al mal llamado “tercer mundo” o en donde “están los terroristas” y así lograr militarizar a otros países? ¿Por qué se exportan hombres para la guerra en donde se ubican intereses del petróleo, minerales, y riquezas de recursos naturales? ¿Cuantas Bases Militares de EEUU hay alrededor del mundo (Mapa de bases militares )? ¿Cómo se justifica esto?

¿De qué color es la guerra contra la paz y la defensa de libertad, justicia y dignidad?

La guerra no solo es roja de sangre, también hay guerras negras como el luto, y en muchas otras ocasiones es invisible y se transforma conforme al nombre que se le otorgue para subliminarla. Esta última década ya nos hemos adaptado a que “guerra” también es “defender el territorio” o “que la lucha contra el terrorismo” la libra el gobierno a pie de letra para poder “combatir al enemigo de la patria”. Al igual, como dice el dicho, al buen entendedor pocas palabras. Lo que me ha quedado claro es que la guerra es creada en contextos que permiten que un ataque sea la defensa propia y que la vanguardia sea la razón que justifica la violencia en contra quien/es no piensa/n o son como se quiere que piense/n.

Pero la palabra guerra no solo se define en los barrios urbanos, también se nutre en las selvas, campos, montañas, cerros, esquinas, sótanos clandestinos, plazas, templos y precipicios inimaginables. Y es por eso que las mismas sociedades también crean su contraparte de resistencias ya sean armadas o pacificas; muestra de esto son los centenares de movimientos sociales que han optado por declarar su guerra en contra el status quo. Sin embargo, creo que para generar un cambio profundo en esta sociedad guerrerista en la que nos hemos formado es necesario analizar las estrategias y re-pensar de qué manera se puede contribuir para generar caminos nuevos. Se necesita transformar nuestro mundo a un mundo en donde la guerra no tenga que ser un requisito para la paz. Deberíamos de pensar en cómo generar las condiciones para que cada uno de nosotrxs opte por brindar el máximo respeto hacia la vida sin tener que morir por ella.

Hay que ver y aprender de nuestras experiencias y cuestionar los acontecimientos detrás de las historias y hechos que nos han conducido al actual estado de la humanidad. Por ejemplo, en

Colombia se sigue librando una guerra de casi media década en donde hoy en día se ha generado un contexto multi-facetico de violencia estatal, social y de luchas pacificas de resistencia civil. En todo ámbito social se ha escuchado el grito a favor de la paz y sin embargo, ¿Cómo es posible que comunidades en resistencia que optan por la no-violencia sean perpetuamente atacadas por querer vivir una vida pacifica? ¿Cómo es posible que el mismo ejercito sea quien ejecuta a inocentes civiles en nombre de una misma patria que usurpa el significado de la paz? Tal es el caso de muchas comunidades que se han organizado para defender la vida! (véase Comunidad de Paz de San José de Apartado)

¿Qué significa vivir en un mundo en donde todxs sufrimos por la guerra?

Todas y todos conocemos la palabra “guerra”, y así no estés directamente participando en una zona de combate pandillero, militar, o política, las consecuencias las vivimos todxs. No solo quienes toman las armas son quienes están en la guerra; No solo las FARC o los miembros del Ejército en Colombia viven la guerra, no solo lxs Indígenas de México el EZLN, y los paramilitares viven con la guerra, no solo los narcos y sicarios son quienes generan la guerra, no solo los chiitas y sunitas Iraquís mueren por la guerra, no solo a lxs campesinos de Afganistán les afecta la guerra, no solo son las madres de los hijos enviados a combatir a quienes les duele la guerra - también incluye a quienes luchan sus propias guerras por la paz.. y así todas las personas en el mundo somos unidas y separadas por un defecto común: la perniciosa guerra.

-Mayra-Sofía Moreno

myra2m@gmail.com

Tuesday, February 1, 2011

Articulo sobre la Comunidad de Paz de San Jose de Apartado

San José de Apartadó, Comunidad de Paz: La libertad como instinto de sobrevivencia

Raúl Zibechi

El infierno y el paraíso se confunden, transitan por el borde del abismo que los convierte en su contrario: la guerra atroz con la comunidad de paz; la desesperación con la esperanza; la vida y la muerte danzan un trance inverosímil. Es Colombia. Donde campesinos hartos de guerra se refugian en la paz para seguir viviendo. Una visita a la comunidad de la mano de un fotógrafo solidario.

“La comunidad de paz de San José de Apartadó, junto a otras inspiradas en la misma visión, es una destacada demostración de coraje, resiliencia y dedicación a los elevados valores de paz y justicia, en un entorno de brutalidad y destrucción. No hay mejor símbolo de lucha no violenta y de esperanza, en un mundo torturado por la violencia y la represión”, escribió Noam Chomsky al fotógrafo uruguayo Agustín Fernández Gabard cuando éste regresó de Colombia donde pasó un mes en una región arrasada por la violencia.

“Tenía varios motivos para ir. Se trata de gente que sostiene una propuesta alternativa desde hace catorce años en medio de un conflicto con tanta muerte”, explica el fotógrafo de 28 años. “La existencia de la comunidad de paz complejiza el conflicto, ya que por un lado hablan de ‘narcoguerrilla’ y por el otro de ‘revolución’, y la gente allí tiene claro que hay cosas comunes en todos los bandos, todos son violentos, todos viven del tráfico. Hay familias que tienen un miembro en las FARC y otro en el ejército o los paramilitares, y eso hace mucho más complejas las relaciones humanas. Y está el caso de Samir, un ex guerrillero de las FARC ahora desmovilizado, que trabaja para el ejército. Cuando era guerrillero acusaba a la comunidad de colaborar con el ejército y ahora que es militar los acusa de apoyar a la guerrilla. Es la esquizofrenia que provoca la guerra”[1].

En el mismo momento que Chomsky escribía su admiración por la comunidad de paz, los paramilitares amenazan y asesinan. El 30 de noviembre en la vereda Playa Larga los paramilitares manifestaron que la comunidad debía salir de la zona o la exterminarían. El 21 de noviembre fue asesinada Yuly Pérez Durango y dijeron que el que no se sometiera a sus reglas seria asesinado. Los paramilitares hacen presencia permanente en las veredas colindantes incluidas varias de la Comunidad de Paz con la complacencia de la fuerza publica[2].

La experiencia insólita de la Comunidad de Paz San José de Apartadó, se ha convertido en un referente ineludible tanto para los pacifistas como para quienes han hecho de la ética la razón de ser de su activismo político. Son apenas 1.500 personas que viven en seis veredas o comunidades campesinas, rodeadas de militares, paramilitares y guerrilleros. En estos catorce años los actores armados asesinaron a 180 comuneros, el 12 por ciento de los miembros de la comunidad de paz. Cada familia cargó con varios féretros a sus espaldas.

Aferrarse a la tierra

“Primero se funda la comunidad en San José, con campesinos provenientes de varias veredas. Luego de la masacre del 21 de febrero de 2005 se retiran y fundan San Josecito”, explica Agustín. En esa fecha fueron asesinadas ocho personas, el líder histórico Luis Eduardo Guerra, su esposa y el hijo de once años. Ese mismo día asesinaron a otro dirigente, Alfonso Tuberquia, su esposa, una hija de seis años y un niño de 18 meses. Todos a garrotazos. La masacre se produjo días después que el presidente Álvaro Uribe asegurara por cadena nacional que los líderes de San José de Apartadó estaban vinculados a las FARC.

En las investigaciones la Fiscalía vinculó a 84 militares con la masacre, atribuida a las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). En febrero de 2005 la Corte Interamericana de Derechos Humanos exigió la protección del Estado a la comunidad de Apartadó y pidió que se revelaran los nombres de los militares que participaron en la masacre. En 2008 el capitán del ejército Guillermo Armando Gordillo reconoció la participación de los militares en el hecho, según informó en ese momento el diario El Tiempo[3].

“La policía montó un enorme cuartel en San José, más grande que el propio pueblo”, dice Agustín. El gigantesco cuartel fue una decisión del presidente Álvaro Uribe que ordenó a la policía instalarse dentro del pueblo, lo que forzó a la comunidad a desplazarse un kilómetro y fundar San Josecito, abandonando todo lo que habían construido en casi una década.

El municipio de Apartadó (‘río de los plátanos’ en lengua indígena), al norte del departamento de Antioquia cerca de la frontera con Panamá, tiene unos 150 mil habitantes y se fue poblando a raíz de la persecución política que sufrieron los liberales desde 1948 tras el asesinato del líder Jorge Eliécer Gaitán. Quizá por eso confluyeron afrodescendientes, indígenas y “paisas” (por paisano, como se conoce a los nacidos en Antioquia) hacia esta planicie caribeña. Extensas plantaciones de banano y cacao se confunden con los verdes de la selva.

A doce kilómetros de la capital departamental, Apartadó, se fue erigiendo un pequeño poblado llamado San José, donde llegaban desplazados de diferentes veredas. Se trata de una zona estratégica que es la puerta de la Serranía del Abibe, un corredor hacia los departamentos de Córdoba, Chocó y Antioquia, que luchan por controlar los diversos bandos armados. San José tuvo tres mil habitantes antes que la guerra, las amenazas y los asesinatos masivos forzaran a la mitad de la población a desplazarse a las zonas urbanas abandonando las tierras que codician los armados.

En la década de 1980 apareció la Unión Patriótica, vinculada al Partido Comunista, a través de la cual los campesinos consiguieron “la construcción de escuelas, puestos de salud, hubo profesores, promotores para las veredas, mejoramiento de caminos vecinales”, como enseña la cartilla de la comunidad. Sin embargo, “la autoridad en la región la ejercía la guerrilla y cometía abusos, asesinatos y pasaba por encima de la autonomía de los campesinos”. El ejército, por su parte, “entraba a golpear a una población a la que consideraban como ayudantes de la guerrilla”[4].

Hacia marzo de 1997 comenzó un proceso impulsado por activistas ligados a la iglesia que permitió que campesinos de 17 veredas formaran la Comunidad de Paz, como dicen ellos “en una zona desamparada por el Estado”. Fue la reacción a dos masacres, en setiembre de 1996 y febrero de 1997, que vaciaron el casco urbano de San José.

La segunda masacre, en 1997, la cometieron ex guerrilleros del EPL, reinsertados por el proceso de paz, que convocaron a todos los pobladores a la plaza, los amenazaron y luego “amarraron a varias personas quienes un día después aparecieron muertas en la carretera que conduce a Apartadó”. Los paramilitares se hicieron con el control. En la carretera instalaron retenes, “revisaban los documentos lista en mano y al que aparecía lo asesinaban”. Les dieron un plazo de tres días para que abandonaran sus tierras, mientras helicópteros vigilaban sus desplazamientos. “Los que pudimos salir nos ubicamos en el caserío de San José y desde allí comenzamos a resistir”, relatan en la historia “oficial” de la comunidad[5].

La Diócesis de Apartadó propuso la realización de talleres para que los campesinos se declararan neutrales. Unos 500 firmaron el acuerdo en 1997 y poco a poco se fueron sumando otros campesinos de diversas veredas que no querían vagabundear como desplazados ni vivir de la caridad estatal. Los primeros pasos fueron más que duros: por la noche, los pocos que no habían abandonado sus casas subían al monte para dormir. Retornaron a sus comunidades en pequeños grupos, como las 50 familias que retornaron en marzo de 1998 a la vereda de La Unión. Trabajaban en pequeños grupos de siete a diez campesinos para sentirse protegidos, pero en pocos meses se juntaban hasta cien vecinos en las faenas del campo.

Fusil o toga

“El domingo 4 de abril de 1999, a las 23 horas, diez hombres fuertemente armados, entre los cuales había reconocidos paramilitares que actuaban en la zona, ingresaron al caserío de San José, se pasearon por sus calles insultando a todos los pobladores y luego llegaron a la casa de Aníbal Jiménez, miembro del Consejo Interno de la comunidad de paz, educador, artista y autor del himno de la comunidad, y lo ejecutaron frente a sus niños pequeños”.

Este es un fragmento del libro Fusil o toga, toga y fusil, escrito por el sacerdote jesuita Javier Giraldo, que describe 13 años de crímenes contra la comunidad de paz de San José de Apartadó (Antioquia). Según Giraldo, destacado defensor de derechos humanos, su motivación para documentar estos hechos fue la impunidad. “No es sino leer cualquier página del libro para ver los atropellos que se cometen semanalmente contra esta comunidad: masacres, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, abusos sexuales, quemas de viviendas, bombardeos, desplazamientos masivos, robo de ganados, destrucción de cultivos”, cuenta el padre Giraldo[6].

La comunidad de paz de San José de Apartadó fue una sugerencia del arzobispo de Cali, monseñor Isaías Duarte Cancino. Giraldo narra que monseñor Duarte les planteó a los habitantes de la zona que, “para que no se desplazaran más campesinos ni perdieran sus tierras, ya que era una zona de guerra, se declararan comunidad de paz y reivindicaran los derechos de la población civil en medio de un conflicto armado”. Para el jesuita, la causa de la violencia contra la comunidad de San José es su decisión de mantenerse al margen del conflicto. “Pretendo que el país se dé cuenta de esto y busque una solución. Por eso les entregamos el texto a magistrados, periodistas y congresistas, ya que uno ve que Colombia no conoce estos hechos”, dice[7].

Los dineros recolectados por la venta de los ejemplares del libro serán destinados a la construcción del Parque Monumento a la Memoria de las Víctimas de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó.

La vida cotidiana

“Selva y montaña, mucha humedad, siempre la ropa pegoteada, barro y más barro, todo el tiempo estás subiendo y bajando”, recuerda Agustín entrecerrando los ojos. “Llueve todos los días, crecen los arroyos y no dan paso y la comunicación se vuelve un problema. Apartadó es una ciudad llena de paramilitares desde la que salen las chivas hasta San José”.

“Les escribí con la propuesta de hacerles un curso de fotografía digital que les puede servir para mejorar la página web de la comunidad, porque apenas hay registros gráficos sobre todo lo que hicieron y lo que les pasó estos años. Les llevé máquinas de fotos para que tuvieran con qué trabajar y estuve allí un mes”, explica Agustín.

La comunidad se rige por una serie de principios que se resumen en una Declaración y un Reglamento Interno: no participar directa ni indirectamente en las hostilidades, no portar armas ni explosivos, no brindar apoyo a las partes en conflicto, abstenerse de acudir a alguna de los actores armados para solucionar problemas internos, personales o familiares y comprometerse a participar en los trabajaos comunitarios[8].

La vida cotidiana está regulada por un Consejo Interno integrado por siete miembros elegidos por la asamblea de la comunidad, un miembro de una ONG nacional y otro de la Diócesis de Apartadó. Funcionan más de 55 grupos de trabajo que les permitieron construir escuelas y conseguir maestros, realizar cultivos comunitarios para sostener el comedor y la guardería, donde comen gratuitamente todos los niños de la comunidad. Las cosechas en tierras comunales las reparten entre las familias y lo que sobra lo usan para comprar herramientas y alimentos.

Gracias al trabajo comunitario construyeron y mantienen los caminos, hicieron cuatro peceras, levantaron cinco galpones, reactivaron los cultivos de cacao y plátano, los frutales como producción alternativa para elaborar mermeladas y pulpas. Generaron proyectos comunitarios como mejoramientos de vivienda, trilladoras de arroz, de maíz, de caña, molinos de caña y acueductos. Todo este empeño les ha permitido superar bloqueos de los paramilitares aliados a los militares de hasta tres meses, en los que no pueden salir de sus veredas.

“Cada ocho días tenemos reuniones y cada quince días trabajo de formación”. El Centro de Formación Aníbal Jiménez (asesinado en 1999) que construyeron en San José, y luego debieron abandonar por la presión armada, tenía dos pisos y albergaba a 50 estudiantes. “Antes del desplazamiento de abril de 2005, en el Centro había 27 estudiantes de bachillerato, 25 mujeres en modistería que se capacitaban tres veces a la semana, 55 coordinadores se reunían allí cada semana a discutir soluciones para la comunidad”, relata con orgullo la cartilla de la comunidad de paz[9].

Además erigieron el centro de salud, la bodega comunitaria, el parque, todos obras fruto de los debates en espacios de formación y reflexión. Un grupo de 50 mujeres crearon galpones de gallinas ponedoras y de engorde y cultivan huertas cerca de sus casas. Los jóvenes pusieron en pie una radio comunitaria. Desde 2006 buscan un lugar de formación teórico y práctico, con la idea de compartir saberes como quería Guerra, el dirigente asesinado en la última masacre, a la que han dado en llamar Universidad Campesina, que nació vinculada a la Red de Comunidades en Resistencia, un grupo de comunidades negras, indígenas y campesinas que también rechazan la guerra.

Pese a todo lo que hicieron, creen que el gran logro de la Comunidad de Paz fue el retorno a la tierra, algo que consiguieron sin el apoyo del Estado, “para ganarle más espacio a la guerra y para enfrentar a los actores armados en la veredas”. Con los años y el dolor, fueron aprendiendo que el principal objetivo de la guerra, mucho más que derrotar al supuesto enemigo, es hacerse con la tierra de los campesinos, el verdadero botín del conflicto. En veinte años paramilitares, ganaderos y empresarios se apropiaron de más de cinco millones de hectáreas campesinas.

“El taller era para que aprendieran a manejar las cámaras. El consejo eligió a las personas que participaron. Primero les di una charla sobre cómo funciona la cámara y luego les propuse que hicieran fotos. De noche nos juntábamos en alguna casa para ver encuadre y el análisis de las imágenes para que aprendieran a editar fotos”, explica Agustín. Por su parte, la Universidad tuvo su primer período de intercambio de saberes en la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, en la vereda Arenas Altas, en agosto de 2004. El proyecto que funciona mejor es el banco de semillas orgánicas.

Macondo, siempre Macondo

Son muy pobres, dice Agustín, pero comen bien porque nunca perdieron el contacto con la tierra. “Estás todo el tiempo con botas de goma chapoteando por el barro, y esas mismas botas con el tiempo las recortan y se convierten en sandalias”, una cultura del trabajo manual capaz de transformarlo todo.

“Los jueves es el día de trabajo comunitario, en el que participan desde los niños hasta los ancianos. Cortan caña, cosechan, recogen cacao y lo ponen a secar. La organización interna se basa en asambleas por veredas y un consejo interno, pero por encima de todo está la asamblea general de todas las veredas”, dice Agustín destacando la alegría que emana en todo lo que hacen. “El único momento en que los ves tensos es cuando tienen que ir a la ciudad, por el peligro que representa el camino donde hubo mucho asesinatos. Si te toca un retén de paramilitares es sentencia de muerte”, asegura.

El permanente acompañamiento de misiones internacionales, europeas y estadounidenes, no ha disminuido la violencia contra la comunidad de paz. Pero la zona está otra vez militarizada. “Me dijeron los campesinos que los paramilitares secuestraron a un estanciero para negociárselo a la guerrilla. Lo intercambian por dinero o droga. ¡¡Increíble!!”. No sólo: también le hablaron de un teniente del ejército que le compra cocaína a la guerrilla, lo que no impide que un rato después sigan combatiendo. Siempre se dijo que en Colombia la realidad supera la ficción.

“Para mí lo más difícil fue entender que después que te masacran a toda tu familia no busques venganza metiéndote en la guerrilla o en los paramilitares. Quedar por fuera de la guerra en esa situación me parece una lógica, muy a contracorriente de todo lo que conozco. Sobre todo cuando cada familia tiene uno o más muertos. No percibí resentimiento ni rabia”, dice Agustín.

“Hay amargura, mucha, aunque hablan con cierta naturalidad de sus muertos y de las atrocidades, como el caso de Doña Brígida que le mataron a la hija de 15 años. Otros me dijeron que habían visto a los paramilitares descuartizar a un chico y jugar al fútbol con la cabeza. ¿Cómo sigue la vida después de eso?”.

- ¿Qué es lo que mantiene a la comunidad unida, qué es lo que los hace aguantar y seguir adelante?

- La verdad, no tengo idea (piensa un rato). Tal vez sea ese “instinto hacia la libertad” del que habla Chomsky. Él dice que “si asumes que no hay esperanza, garantizas que no habrá esperanza. Si asumes que hay un instinto hacia la libertad, que hay oportunidades para cambiar las cosas, entonces hay una posibilidad de que puedas contribuir para hacer un mundo mejor. Esa es tu alternativa”.

Recursos

“Caminos de Resistencia”, Comunidad de Paz/Oxfam, Bogotá.

Comunidad de Paz San José de Apartadó, sitio web www.cdpsanjose.org

Javier Giraldo, “Fusil o toga, toga y fusil”, CINEP, Bogotá, 2010.

“Justicia y Paz”, revista de derechos humanos, comisión Intercongregacional de Justicia y Paz, Bogotá, No. 8, abril-junio de 1998.

Entrevista con Agustín Fernández Gabard, Montevideo, 17 de noviembre de 2010.

Notas:

[1] Entrevista a Agustín Fernández Gabard, Montevideo, 18 de noviembre de 2010.

[2] Comunicado de la Comunidad de Paz, 2 de diciembre de 2010 en http://cdpsanjose.org

[3] Diario El Tiempo, Bogotá, 17 de marzo de 2008.

[4] “Caminos de Resistencia” y revista “Justicia y Paz”.

[5] “Caminos de Resistencia”, ob. cit.

[6] En CINEP (Centro de Investigación y Educación Popular), Bogotá, www.cinep.org.co 7 de julio de 2010.

[7] Idem.

[8] Ambos textos pueden consultarse en la página web de la Comunidad de Paz (http://cdpsanjose.org).

[9] En http://cdpsanjose.org

- Raúl Zibechi es analista internacional del semanario Brecha de Montevideo, docente e investigador sobre movimientos sociales en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor a varios grupos sociales. Escribe cada mes para el Programa de las Américas (www.cipamericas.org/es). Redacción: Laura Carlsen

Fuente: CIP Americas Program: http://www.cipamericas.org/



http://alainet.org/active/43700